De Madrid al Tolmo

Finales de Noviembre, es domingo y son las siete y cuarto de la mañana. Es prácticamente de noche y el frío se mete por los huesos, los más pudientes lo combaten a base de carajillos y chispazitos, en el bar que hace esquina con Enrique Larreta, el resto se abraza al chubasquero a la puerta de la estación de autobuses de los Herederos de J. Colmenarejo, alias la "viuda", mientras se calienta las manos con Celtas cortos. Frente a la estación la joya de la corona, un "Setra Seida" de cincuenta plazas con asientos de skay repanchingables, es el vehículo al paraiso. Elías tenía su carro, los pedriceros el Setra.
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Este año el invierno viene al galope, y se ve la sierra manchada de blanco. Parece que por la época y el color del cielo, igual al de los adoquines de la Plaza de Castilla, esto estaría vacío, pero que va, está a tope y en la ventanilla se cuelga el cartel de no hay billetes. A las siete y veinte, se acomodan los macutos en la carbonera del autobús, y una vez arriba el alivio es notable, desaparece el frío, y un sentimiento de descanso se refleja en las caras provocando un aletargamiento general.
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El viaje mágico tiene sus referencias, El hospital de la Paz con su enorme cilindro y helipuerto, luego el pueblo de Fuencarral, último bastión ciudadano, y por fin la carretera. En poco tiempo el Pensionado de señoritas, nada mas pasar el Alonso Vega, el hospital de los locos. Poco mas allá, Colmenar Viejo, Ya se huele la sierra, un rodeo por el pantano de Santillana, y ¡ahí está!, la Peña del Gato con sus chalets. ¡Ya estamos en la Pedra!..
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En la explanada de la iglesia vuelven a aparecer las clases sociales, los pudientes invierten cinco duros en un viaje alucinante a bordo de la "Fifi," el resto peregrinará por la polvorienta carretera hacia el Tranco. Es un tedioso viaje con la impedimenta a la espalda, por la ribera izquierda del Manzanares en pos de la Garganta de la Camorza, un puñal directo al corazón de la Pedriza. Es justo aquí, donde la imaginación y el deber del perfecto montañero comienzan su trabajo.
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El Tranco marca el inicio de la garganta, se atraviesa, y se sigue ya por el marcado camino al centro de la tierra, y comienza el ritual de obligado cumplimiento: "el Rosario" empieza con el paso del "dedo", una pulida llambría con una ténue hilera de cristales de cuarzo que la recorre en ascendente de derecha a izquierda y en el medio, un redonduelo agujero donde cabe un dedo, el paso es complicado pues no hay agarres para los piés, y la placa se pone derecha. Uno tras otro, el grupo se ocupa del paso mientras asoman los cigarrillos y los chascarrillos, en unos minutos todos han cumplido ( y no cumplas), y siguen la ruta mientras se comenta la acción. Ha sido el primer contacto, se han probado dedos y bíceps. Todo parece estar en su sitio. A la salida de la garganta, en la curva, hay un bar de domingueros :

¡Malditos triperos!(en el chiringuito no hay nadie, esta cerrado, pero es inevitable), con sus manteles a cuadros y cestas llenas de tortillas con pimientos, barras de pan para alimentar un cuartel, y botellas de morapio peleón que por supuesto hoy nadie pondrá a enfriar en el río.


-Já, y eso que estamos en invierno, ya vereis en agosto-

Pero pasado el trance, la gloria se abre de par en par, el circo se asoma orgulloso. Para los que no lo han visto antes, se estrecha el estómago, ¿Y vamos a escalar ahí?.

El paso del "Paleto" ayuda a equilibrar los fluidos, es un paso único, con menos carga emocional, pero por contra, es atlético y exigente, consistente en alcanzar unos buenos agarres para las manos y "mollear" hasta juntar los pies con las manos, que ejerciendo de palanca nos colocarán en la cumbre del piedro. Es para los más fibrosos pero no hay problema, una vez más el orgullo infla los músculos. Hay una manta de fina escarcha que delata al frío, que por cierto, a estas alturas ya todo el mundo ha olvidado, camino de la pradera de los Lobos.

Ya están dentro, a la izquierda Canto Cochino, es como la "Casa club" de un campo de golf, ahí se termina, y ahí se muestran los trofeos. A la derecha el Hueco de las hoces, con el risco de la Familia haciendo de portero, poco mas adelante, Peña Sirio dibuja el horizonte a la derecha, y al fondo se ve la esbelta silueta del Pájaro. La emoción ya es palpable, y en la pradera de los Lobos, el Cerdito sirve de catalizador, es la tercera estación del Rosario. Mientras unos lo atacan por sus cuatro costados, otros dibujan líneas con el dedo en el majestuoso Cancho del Postigo: 

- Mira, ¿ves? por ahí va la "Félix", fue mi primera escalada-

Y algunos hacen lo propio con sus cuellos doblados hacia el Cancho de los Muertos. - ...pues yo la que quiero hacer es el techo de la Peña Blanca-.

En este punto, todo el mundo dispara sus sueños, sitúa sus objetivos, y arranca los motores. La banda se dispersa por aquí y por allá, al este y al oeste. Algunos seguirán derecho hacia el temible circo con sus bravas crestas, sus insultantes verticalidades, placas lisas como lápidas, canalizos, techos y chimeneas, que ponen a prueba las dotes de los pobres mortales. En el estrecho camino sobre la acogedora ( en verano ) charca Kindelán, y bajo el vivac del "Rocaparcela", está el Yo-yó. Hay que tomar carrerilla para encaramarse al risco, bastante alto por cierto, pero la placa es arrugada y tumbada en su primera parte, en su hombro, el incauto que ha menospreciado al risco, se gira a la izquierda para salvar la placa final, esta si, sin agarres de ningún tipo, panzuda y amenazadora, las rígidas botas que tan bien se portan con los garbancitos, muestran aquí su inutilidad.

Se ha completado el Rosario, el frío es demoledor y finas gotas de aguanieve caen del cielo moteando de blanco el rojo chubasquero, la cosa se está poniendo difícil, el plan consiste en llegar al Tolmo y ya veremos. A la Altura del refugio, el circo pedricero ya es invisible, las nubes lo han engullido, se coge agua en la fuente Acuña, la verdad es que no se para que, pero hay que coger agua en la fuente Acuña, porque arriba en el Pájaro no hay agua; como si estuviera el tema para subir al Pájaro. Al llegar al Tolmo, la cosa ha empeorado, lo que antes eran pequeñas motas blanquecinas, ahora son copos en toda regla. Bajo la protección del techo ( escasa protección por cierto), la gente se sienta a fumar unos cigarrillos y a meditar, no se resignarán a perder el día, cuesta un mundo venir aquí cada domingo, y nadie está dispuesto a rendirse, no volveran de vacío.
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Le pondremos un broche al Rosario: El gran techo del Tolmo bajo la nieve.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Tan real como la vida misma, en muchas ocasiones he hecho ese mismo recorrido con las mismas "paradas tecnicas" en el dedo, el cerdito y el yoyo.
Que cantidad de buenos recuerdos.

Un saludo a todos

Antiguo Pedricero