Alea iacta est





El escenario

Se ha clavado la primera pica en nuestro particular Flandes alpino: Los Picos de Europa. ¿Será la última?

No. El desfiladero de la Hermida, solo es el primer punto en ceder a la presión, mil veces anunciada, de la maquinaria de modernización de momento en la periferia del parque, un poco más tarde, que nadie lo dude, en su corazón; un ataque sutil por el flanco, mientras que sus protectores cuentan  los cántaros de la lechera, que tan magistral instalación habrá de proporcionarles. Después: los Bellos, Fuente De, Valle de Valdeón, y por ende todos aquellos lugares adonde el aventurero de pacotilla, llegue con facilidad por carretera.


¿Será este el Espolón Walker?


Sueñan con  llenar las paredes de los desfiladeros de escaleras, cables de acero, grapas, argollas, plataformas metálicas, vías equipadas de escape, más escaleras, más cables de acero, más restaurantes, más y mejores carreteras de acceso, más escuelas de guías, más guías de escuela, más tarifas de grupo, más subidas por culpa del IPC,  más camareros… y menos montañas. ¡Todo por el turismo!, y sus beneficios. Alguien dijo una vez: Si la montaña no va  a Mahoma, Mahoma ira a la montaña. Y ese es el procedimiento: hagamos accesibles las cumbres inaccesibles, hagamos dinero dónde antes solo había orgullo.

Subir y escalar montañas era hasta no hace mucho tiempo, una incomprendida manera de divertirse, sacrificada, dolorosa a veces, e injusta otras mil veces más; los usuarios por necesidad, no daban crédito a todos aquellos ciudadanos, que acudían al monte a sudar, pero a cambio el montañismo otorgaba cultura, conocimiento, ensanchaba el pecho y desarrollaba la solidaridad, y el respeto mutuo, entre los de todas las especies del lugar, desde los olvidados y mal considerados pastores, que se dejaban la piel en sus laderas con sus rebaños, hasta los aristócratas que de vez en cuando, se bajaban del pedestal para ponerse a la altura del cabrero en el Urriellu; cientos de personas tienen montañas tatuadas en el corazón, gentes que han conseguido su propia Compostela a base de peregrinar por las paredes.

Creedme, hoy es una ferrata en la Hermida, mañana serán dos, y pasado cuatro, al otro ocho, es auténtico progreso geométrico, importado de la poderosa e imaginativa Unión Europea, industria sostenible y ecológica, para proporcionar entretenimiento a los héroes de la pantalla de plasma y el Monovolumen 4X4. El desarrollo lo exige. Antes era el ladrillo, pero ya no hay ladrillo.  Hoy las ferratas, son la moderna manera de seguir construyendo. Hemos acabado con las playas y los ríos, ya le toca a las montañas, y nos encanta construir en vertical.

A un buen comercial, no le será difícil convencer a cualquier alcalde de un pueblo de montaña, del ilimitado potencial de este tipo de instalaciones, y de lo que arrastra en su cauce: hoteles, carreteras,  teleféricos, centros comerciales, mientras le seduce con billetes de quinientos euros, y  el sueño de todo alcalde: calles espesas y repletas de vehículos, con montones de sucursales bancarias, ruidosos y humeantes autobuses urbanos, y miles de quejas de vecinos ofuscados, porque donde antes se oían cencerros, hoy se escucha perfectamente los claxon de los coches en el atasco.


Con una mano. Sin temor al peligro

Hoy me llamaréis exagerado, defensor de la España profunda, de la boina  y de los huevos con chorizo,  mentor del subdesarrollo, y ancla de la prehistoria, y me diréis que los habitantes de los pueblos remotos tienen derecho a la buena vida; solo un pequeño inciso: recordar a los habitantes de los pueblos remotos, que a los tiburones financieros les importan un bledo las personas, y dentro de algunos años, cuando el negocio se haya consumido, habrá muy poco que salvar o recordar. 

Que le voy a hacer, soy un pobre romántico, un patético defensor de la naturaleza animal del ser humano.  Muy triste.

Aspirantes a Elfo. No está nada mal para terminar


3 comentarios:

carlos jarque dijo...

Me alegra sobremanera que esta crítica haya sido recogida en tiempo y forma oportuna en este blog,(tripperworld); parece ser que no existe otra forma en el mundo para "desarrollar" los valles de montaña y sus pueblos que convertir poco a poco y a veces ni eso la montaña en un parque de atracciones, donde todo el que quiera puede participar de sus gimkanas y triales.
Triste forma de dar la traste con todo lo que de verdad tiene que ver con un paisaje y una forma de vida; antes cuando un montañero iba a la montaña, se tenía que acoplar a ella , a sus habitantes,y a sus caracteristicas. Ahora es la montaña y sus habitantes quienes se tienen que adaptar al cliente y a la tecnología.
¿Cuanto tiempo nos queda? ¿sabran nuestraos nietos como era una montaña y lo que exigía cuando tengan edad de prcticarla?.

MCB dijo...

Muy triste.

vetton dijo...

Magnifica y cruda visión sobre el futuro que previsiblemente espera a muchas de las montañas y sierras que hoy aun podemos disfrutar de manera natural. Hombre y dinero siempre ha sido un mal binomio.