Otro día en el paraíso (4)

SEGUNDO LARGO

-El croquis dice 6a/6b. Hay una placa de garbancitos bastante técnica, con fisurillas pequeñas y agarres diminutos que se puede proteger bien con unos micros;  a la salida del muro hay un desplome con un puente de roca, creo que no habrá problemas para pasar, nos ha contado el Jibia  que se pasa en libre con un buen empotre de puños, para alcanzar un purito al final del techo donde encaja el brazo entero, un buen, buen agarre . Venga tío que es tuyo.

Voy a pasar de primero, eso del empotre no me ha sonado bien, mis brazos no están para muchas tensiones hoy,  creo que más que por condición física,  por mi fuerte desmotivación pero no pienso fallar de nuevo aquí en el monte,  y menos a mi socio de toda la vida.

 Cuando éramos chiquillos jugábamos al fútbol en la calle, a decir verdad todo lo hacíamos en la calle,  y a menudo el balón saltaba la tapia de un garaje en la calle del Castillo. No había problema allí estaba él, enjuto y fibroso, con la delgadez que proporciona  la escasa y poco energética alimentación de aquellos tiempos, a base   de leche en polvo,  y patatas con  raspas de bacalao; y esos bocadillos de una tonelada de pan con dos onzas de sucedáneo de chocolate, que solíamos compartir entre los amiguetes al salir de clase. Lo bueno era que de grasas ni cien gramos, no hacían falta dietas mágicas para mantener la línea,  así que, doblábamos el esqueleto como el mismísimo Houdini, eso sí, como de vitaminas y minerales nada de nada, las lesiones eran parte de la rutina diaria, recuerdo a mi madre diciendo, - Hijo tienes más mataduras que un burro-, pero el fisioterapeuta era un personaje que aún no se había inventado, y uno aprendía a cargar con sus lesiones. Va, a lo mío que la situación no está para nostalgias, vamos a ver de qué va este largo y al toro que es una mona.

-¡Vamos Cris! Te estoy viendo y alucino, no doy crédito a lo que ven mis ojos, ¿te has metido un cohete por sálvese a la parte? No te había visto tan suelto desde la Serón al Pisón el año pasado. ¿Cómo ves la fisura?

Aquí el prenda de recochineo, estoy debajo del techo y a simple vista no parece my grande, pero solo de verlo ya me dan ganas de llorar. ¡joder! Estoy empotrando el alma en este cerrojo de puños, y ya casi no puedo aguantar los pies en la pared, me voy a quedar colgando de los puños y como no haya nada serio adonde agarrarme ahí arriba en la salida, acabaré colgando de la mierda esa de fisurero que he puesto a la entrada. Este tramo es duro, muy duro, y no me entran las manos del todo, voy colgando de los puños, y seguro que tengo las venas del cuello como rabos de lagartija; no me falta de nada.  Solo me queda un metro ¡joder!, me voy a dejar la vida aquí, no me hará falta ir al foro a suicidarme.
¡Por fin!, ¡dios existe! Un agarre para la derecha, no me lo puedo creer, creo que voy a salir de esta. Medio metro mas y estoy fuera. ¡Dios! Se me va a salir el corazón por la boca. Estoy en la repisa, me tiemblan hasta las uñas de los pies,  montaré la reunión. No me lo puedo creer: ¡6b  en libre!,  si me lo dicen hace dos horas me hubiera partido el culo de risa, haber si para la temblequera, y puedo respirar un poco.

-¿Has llegado a la reunión?, ¿Qué tal el techo?, ¿lo has pasado a pelo? Dime algoCris, que estoy impaciente.-

Estoy en la segunda reunión, es una ínfima repisa inclinada, tengo que montar la reunión colgado,  no es muy grande  pero dadas las circunstancias, parece una plaza de toros, a ver si puedo dejar de jadear, todavía me late con fuerza el corazón.
Voy a recoger la cuerda, no sé qué pasa, estoy empezando a alucinar, porque tengo delante  las caras de mis colegas de antaño, Juanma, Juanito, Sebastián Pulido, éramos una banda increíble, pasábamos las tardes entre los billares del Canini a base de pierde pagas al billar, en unas mesas con tapetes que antaño fueron verdes, llenos de costurones cerrados con esparadrapo, lo que obligaba a la bola a dar saltos mortales durante su recorrido, o al ping-pong con paletas de corcho  con los bordes machacados,  y unas bolas renegridas que supongo fueron blancas en un pasado no demasiado lejano, o en la plaza vieja, sentados en un banco frente a las alumnas del colegio de las Damas Negras, que eran monjas y  no una secta diabólica como puede indicar su nombre, viendo como saltaban a la comba mientras lanzábamos miradas y gestos obscenos a distancia en dirección a las hembras, como si fuéramos una manada de leones en época de celo en la sabana africana, la flor y nata de la juventud obrera del barrio, frente a la vanguardia de la clase media con falditas de tablas azul marino.  Ni que decir tiene, el fiasco sexual estaba garantizado, pero soñar es gratis, y protegidos en el interior de la manada rugíamos con desparpajo, mientras ellas nos dedicaban risitas con una cierta dosis de complicidad. Al final de la tarde, cada mochuelo a su olivo, los leones a meter los pies en el barreño, porque la ducha era otro artilugio que estaba por inventar, y las gacelas, a las clases de costura. 


 – ¡Ya puedes subir, ten cuidado  a la salida, me he dejado las manos, y alguna cosa más en el puñetero techo!-
-Vamos con ello, ¡recupera!

No puedo verle pero por la velocidad a la que la cuerda va pasando por el reverso…, el Juan va como una moto. A este tío no se le pone nada por delante, me acuerdo cuando empezamos; fuimos Manolo y yo con un tal Sandalio compañero de Manolo en el taller de amortiguadores, y otro chaval amigo suyo al que  llamaban “el espiga”, ya se puede uno imaginar por qué. Cogimos el autobús de las ocho y media en Plaza de Castilla con dirección a Manzanares el Real;  yo lo más lejos que había viajado solo fue al barrio de Hortaleza en metro por la línea cuatro, así que ver el campo desde el autocar hacia Manzanares el Real, era lo más parecido a contemplar la estepa camino del Hindu Kush. Armados con botas de montaña con agujeros  y unos pantalones de pana, nos apretamos un palizón desde Manzanares, hasta el Yelmo, cumbre a la que accedimos por la “Valentina”, una vía que recorre su cara oeste hasta el vértice geodésico, con una cuerda de cáñamo de menos de cuarenta metros para todos;  menos mal que no cayó nadie porque más que encordados, íbamos como las vacas: atados en reato. 


Desde allí arriba, era como si estuviera flotando en aire, era lo más cerca que podría estar de ser astronauta, mirando hacia el pantano de Santillana desde el cilindro de hormigón que marca la cumbre,  era como ver la tierra desde fuera de la galaxia, podía contemplar a la gente caminando por la pradera del Yelmo, como si fueran puntos serpenteantes en un mundo plano, habitantes de de dos dimensiones culebreando por la pradera, mientras, el aire flirteaba con mi cara aportando frescor y calma, a la vez que abría un libro con las páginas en blanco, un libro repleto de futuro e ilusión. Una paz sensual. Yo que no había visto ni oído nada acerca del sexo, salvo los anuncios de ropa interior en los escaparates de las corseterías de la calle de Fuencarral, aquello me pareció un éxtasis  de lujuria. Cuando bajamos de la cumbre, tenía la sensación de haber subido al cielo.


Bueno estamos los dos aquí, no hay mucho sitio para los dos así que allá va el Juanito sir parar. Creo que no se aguanta, se le sale la adrenalina por los costados. Estoy orgulloso de él, creo que no he conocido otra persona igual, es gracioso, tenaz, y de puro bueno es tonto, el que se la quiere pegar no tiene ninguna dificultad, hay que estar siembre pendiente de él, siempre vigilándole. Su madre le dejaba un bocadillo para comer en el tajo, mientras ella iba a limpiar escaleras. Un día se cruza en la puerta del taller con el caradura del Sebas, y ni corto ni perezoso, le cuenta  que habían echado a su padre del trabajo, y no tenía para comer. El insulso de Juan le mira, mira al bocadillo y  le cede el bocata sin hacer una sola pregunta.  No era verdad que hubieran echado al padre del Sebas del trabajo, y en su casa los jamones colgaban de las ventanas para escarnio de los vecinos, pero tenía una especial manera de echarle cara al asunto y fastidiar al prójimo. Era una versión magnificada de Manolito el de Mafalda, y mira por donde, hasta creo que estos tipos son imprescindibles en la vida, para poder distinguir el bien del mal. - No hay ricos sin pobres – me decía siempre mi abuela cuando la pedía pelas los sábados por la tarde.

Por aquel entonces, el dinero era un perfecto desconocido para nosotros, una quimera, y pensábamos que era algo que nunca alcanzaríamos a tener, y eso tenía su lado positivo, no existía la avaricia y éramos totalmente ajenos a su valor, lo compartíamos prácticamente todo, las pelas para los transportes, los bocatas para las meriendas, y los filetes rusos para la sierra,  incluso los caraduras eran más simples que el mecanismo de un chupete.  Y eso sí,  se luchaba por cada centímetro de vida, todo era importante en un mundo dónde los logros se medían por unos cordones nuevos en los zapatos. Lo único que se buscaba era obtener el reconocimiento de los chavales del barrio, ser el mejor en lo que fuera, era lo más importante que podías conseguir en la vida, porque además estábamos convencidos de  que el barrio era todo lo que importaba, el mundo conocido; El barrio de Carabanchel, era simplemente el extranjero. Más allá de “La Paz”,  una gigantesca cascada se precipitaba hacia las entrañas de la tierra.

3 comentarios:

MCB dijo...

Me encanta la forma que tienes de retratar aquellos años. Cuando te leo empiezo a recordar anécdotas de mi niñez, que tenía prácticamente olvidadas y me digo, "es verdad, eso era así".

Gracias por compartir con nosotros, tus escritos, que son francamente buenos. Vamos a por el tercer largo.

Un abrazo

trippero dijo...

No se si voy a continuar, creo que voy a clausurar la serie por la baja audiencia. La gente necesita más acción, pasa de las batallas del abuelo, y tiene razón-

MCB dijo...

Como lo veas, pero ya que has empezado creo que deberías de terminar porque a lo mejor hay gente que lo está leyendo pero sin embargo no comentan o simplemente estan esperando a que acabes.

Yo siempre he criticado a las televisiones cuando empiezan una serie y la dejan a medias, porque siempre hay alguien a quien le gusta, pero claro como ahora priman las audiencias, no importa lo malo que sea un programa pero si hay audiencia.....

En cualquier caso soy de las que piensan que uno tiene que hacer las cosas en primer lugar para uno mismo, no por egoismo aunque según lo he dicho lo parezca si no porque tiene que gustarle lo que hace. Tu mismo.

Un abrazo,