El último tren

De acuerdo con las leyes de la mecánica, el universo siempre favorece a aquellos procesos que requieren del mínimo gasto energético, y como se puede comprobar, el ser humano entrega su vida con el fin único, de elevar a la categoría de arte la ley del mínimo esfuerzo.

En el último tercio del siglo XX, los pioneros de la escalada en roca, habían acabado con las últimas migajas de la épica montañera, y el cuaderno de logros se cierra por fin de obra. El ser humano, hay que reconocerlo es imaginativo, y descubre que si ya no hay cimas que vencer, podemos rizar el rizo por el camino. Comienza la escalada de dificultad, la escalada técnica, el escalar por escalar, conseguir el más difícil todavía del ballet vertical. Y como no la industria, sigue al lazarillo fiel, proporcionando todo lo que necesita, pies de gato, anclajes expansivos, cuerdas especializadas, cachivaches varios que mejoran la seguridad, escuelas de aprendizaje, y como resultado miles de personas, acceden al delicado mundo de las montañas. Más carreteras, más trenes, más velocidad, hoteles de máximo confort, refugios altamente acondicionados, y empresas enormes dedicadas a canalizar el tropel de gente.

¿Y ahora que?. Lógicamente la montaña carece de la aureola mística del siglo XIX, y el escalador también, por lo que un amplio sector de la población escaladora, mayoritariamente los nuevos fichajes, deciden que las palizas ya se acabaron, los riesgos también, y las penalidades son cosa de los abuelos, lo nuestro es pasarlo bien, construir un cuerpo modélico, y asombrar al mundo a base de posturas. De la ética se pasa a la estética, y a la montaña se le baja en algunos puntos la calificación, ya no es un contrincante poderoso al que enfrentarse, se la codifica, se la encuadra en un sector, y se la machaca a golpes de broca y chapas de acero mosquetonables, los escaladores no presumen de cimas, presumen de “grado” mediante una complicada red de clasificaciones. Es la escalada deportiva.

¿Y ahora que? . ¿Porque no estas de acuerdo con esto?, has pasado toda tu vida asumiendo la evolución en la escalada como algo natural, como en el automovilismo o el submarinismo, y de repente ¿te parece mal que la gente continúe la construcción del mundo perfecto?. Quizás mi conciencia tenga razón, pero hay cosas que me molestan, y en mi opinión después de mucho reflexiónar, he llegado a la conclusión de que la “escalada deportiva”, y la “escalada clásica”, son dos actividades diferentes, y sin embargo a pesar del orden de aparición, los deportivos se han adueñado del nombre, ellos son los escaladores; se han adueñado del terreno de juego; y lo están adecuando a sus necesidades, que supone la colocación de una vasta red de equipamientos, que en muchos casos ahogan literalmente a las vías originales, cuando no las despojan de su esencia . En la actualidad, la evolución ha emprendido un camino sin retorno por valles tenebrosos.

¿Y entonces? ¿Ya no podemos practicar nuestro deporte por que tu lo digas?, ¿estás diciendo que tenemos que renunciar a la seguridad, en una actividad donde la dificultad provoca un altísimo riesgo?, ¿que tenemos que retroceder en el tiempo solo porque unas cuantas medidas de seguridad afectan estéticamente a las rocas?. Son buenas preguntas.

La Pedriza es un caso particular de la ley general. No tiene grandes paredes y su orografía es demasiado caótica para el turismo campestre, y ese es precisamente uno de los motivos que hacen que los logros deportivos la conviertan en vulnerable. El comercio ha convertido los avances de la escalada en oro para sus cuentas, así la escalada ya se practica en rocódromos, colegios, parques urbanos, etc. y de esta manera, el Dorado de ese deporte son las tumbadas placas de la Pedriza. Cada vez se necesitan más y más equipamientos para dar servicio a una masa de personas ávidas de divertirse por estos toboganes, gente que habrá pasado por escuelas, agencias, colegios, y que serán grandes clientes de la industria del ramo. Solo un reducido número de “escaladores” superan el séptimo grado, pero los riscos donde practican la máxima dificultad, tienen los pasos tan llenos de blanco magnesio, que para escalar a vista, hay que ponerse una venda en los ojos. Cualquier botarate armado con una taladradora, abre una vía nueva para saciar su ego, pero lo hace casi siempre junto a catorce vías más, donde se discute por centímetros el nuevo trazado, o en lugares en los que hay que poner mucho de nuestra parte para imaginar que eso es un risco.

En el futuro habrá sin duda que mejorar la seguridad y prescindir si cabe del riesgo en su totalidad, para que el negocio sea completo, y la escalada post-deportiva necesitará renovar sus sistemas de seguridad, tendrá que sustituir los obsoletos “parabolts” por medios mas adecuados al momento actual de la escalada. Los paralelos mundos de la escalada y la ferrata, tendrán por fin el punto de encuentro que tanto ha esperado la industria del ocio en la naturaleza. Sistemas a base cables de acero con anillas soldadas cada metro y medio desde los descuelgues, harán posible el auto seguro y el octavo grado estará al alcance de todos, solo habrá que subir hasta allí unas cuantas veces, y si no puedes, te agarras. Los sistemas de línea de vida, serán escamoteables con tornos eléctricos, manejados por control remoto, por lo que el Equipador de la zona, al final de la jornada, recogerá las cadenas y quedará todo limpio. ¿Ciencia ficción? Daos un paseo por la geografía, lo podéis hacer sin salir de casa, por Internet, para comprobar cual es el presente del ocio aventura, para conocer la identidad de los pepes gotera que amenazan con enladrillar el futuro, que sin duda alcanzará de lleno a la escalada, porque la dirección de ese deporte en la actualidad, es un camino recto hacia esta rama del turismo. Series de televisión, concursos, alternativas al fin de semana, están calentando la olla aumentando la presión hasta el punto máximo, una vez sobrepasado, se acabó, y si creemos que falta mucho, una mirada hacia atrás nos dirá que hemos llegado hasta aquí en tan solo cincuenta años.

neoescaladores practicando el 6a+