El Laberinto no es un risco, es un conjunto de riscos que forman el Sancta Santorum de la Catedral pedricera. son una serie de muros, porque salvo honrosas excepciones, sus piedras no llegan a la categoría de riscos, y sin embargo aún a pesar de su relativo desconocimiento por parte de escaladores y paseantes, son estas piedras la fragua donde un día se forjó el molde del que habría de salir la escalada actual. Ni que decir tiene, que su nombre es uno de los más acertados del bestiario local. Transitar a través de los once riscos forman el laberinto, puede resultar en ocasiones exasperante, y olvídate de las comodidades, porque si no estás atento puede acabar siendo doliente.
Es curioso comprobar, como los comportamientos sociales en el entorno global, se trasladan a los micro cosmos cual si se tratara de fractales, que reproducen el modelo a escala infinitesimal, con una semejanza fuera de toda duda. De esta forma el misticismo y el esoterismo de finales de los setenta, se transportan a la escalada y a los escaladores con extrema fidelidad. Guirles y el Calavera, habían roto la delicada membrana del clasicismo, y en las Oseras se presentaron los nuevos modelos. Más tarde en la Peseta, el octavo grado se hizo sitio en la Pedriza de la mano de Carlos Ruiz "Snoopy". Entre medias, el Laberinto. Es el eslabón perdido de la escalada en adherencia.
Desde 1.983, hasta mediados de los noventa, ejercitan allí la meditación y la psicodelia, los componentes de la generación encargada de dar el salto cuántico a la escalada deportiva, Josechu Jimeno, Juan Aznar, Garrigós, Gabi, Gálvez, el Pérez, Miguel Calvo, el Papila, Pepe García, Rafa Fanega, y algunos que me he dejado en el tintero, vieron en la dificultad pura y dura el único argumento para calzarse unos pies de gato. Pisar una cumbre, o doblegar un esbelto risco ya no es un objetivo, el circense "más difícil todavía", se hace aquí una realidad, pero alejada de la realidad, porque sus itinerarios son en sí mismo irreales, sus muros son un Minotauro resistente a los Hilos de Ariadna, que hace que incluso hoy, se mire por encima del Hueso con cierto recelo, y con mucho respeto.
Un lugar casi prohibido para paseantes, como se ha podido deducir al principio, dónde enriscarse es más que posible, y un lugar casi prohibido para escaladores, pues a la penuria de su aproximación, hay que añadir sus más que exigentes placas de adherencia. Eso es lo que la Pedriza nos ofrece, magia, incertidumbre, y pequeños mundos en su interior. A cualquiera que crea que la Pedriza es un paraje de limitadas dimensiones, le recomiendo recorrer el circo, desde el Tolmo al Collado de la desilla, quizás cambie de opinión
El Cancho Amarillo, puerta del Laberinto
Como llegar: Desde Canto Cochino, tomar la autopista hasta el Prao Peluca, al que se accede por el puente sobre el arroyo de la Majadilla, subir hasta la fuente Acuña y tomar la senda a la izquierda hacia el Tolmo. Continuar hacia el Collado de la Desilla, y a pocos metros tomar un pequeño sendero a la izquierda. una vez cruzado el pequeño arroyo de la desilla empieza la pronuciada e incómoda subida hasta el Cancho Amarillo. Una vez allí atravesar hacia nuestra derecha, y ya estamos. Con calma y paciencia, es terreno complicado.
1 comentario:
Gracias por el articulo pero me temo que has hecho poco justicia a los primeros equipadores de la zona: Frediano Castillo, Juanjo Ruiz, Jose Luis Arias y Carlos Arroyo.
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